Enséñanos a perdonar
ENSEÑANOS A PERDONAR
Este tiempo pascual resuena en mi
la experiencia de aprender a perdonar para poder resucitar.
A veces caminamos por la vida
trajinando mil y un bultos de poderosos recuerdos, originados por nuestra niña
herida. Algunos de ellos se entrelazan y forman un nudo indestructible, otros
recuerdos pasajeros quedaron atrapados por el nudo. Y cada uno de estos bultos
nos dan la razón para mantener el resentimiento u odio a quien culpamos de
haberlos originado. Y si lo hablamos algunas personas nos dan la razón,
logrando que el nudo del odio y la cuerda del resentimiento aprieten más
nuestro rencor. Escuché a catequista decir: “lo que hizo no tiene
ni perdón de Dios”, y a una persona muy religiosa hablar veneno contra otra.
¿Para qué andar con una carga tan
pesada? Y te pregunto el para qué, pues el por qué lo sabes bien y responderlo
te sigue dando la razón de ser una víctima tratada injustamente.
Responder el para qué te ayudará
a descubrir tu intención en toda está historia paralizante de tu ser.
Conviene parar y preguntarse:
¿Para qué mantengo la carga del odio en mí? Darse un tiempo para silenciar la
mente y permitir que hable el corazón.
Entablar un dialogo con esa parte
de nosotras herida y con la otra que desea ser libre de tanto equipaje pesado,
a fin de cuentas, también merma tu salud física, emocional, mental y
espiritual.
Si pudieses tener una balanza
delante, verías que tienes tantos motivos para odiar como para perdonar y amar.
Soltar ese fardo y especialmente
los lazos con quienes nos los provocaron solo es posible desde el amor, desde
el perdón.
Perdonar implica una decisión
consciente: optar por amar. Amarte en
primer lugar y cortar con ese diálogo interno recordatorio victimista “pobre de
mí”. Amar al enemigo, pues haces un punto y aparte, cortas definitivamente con
él o ella.
Escuchar y decir con Jesús:
“Padre, perdónales, no saben lo que hacen”. Reconocer como la fidelidad a unos
esquemas mentales, opciones basadas en el cumplimiento, en el miedo, la
inseguridad y en la búsqueda de sobrevivir provocan decisiones injustas.
El perdón te libera de tanta
carga. Corta las cuerdas que mantenemos atadas con aquellos que nos
infringieron tanto sufrimiento.
Perdonamos para sentirnos libres,
en paz, sin esperar ninguna declaración de arrepentimiento de la otra persona,
sin esperar un cambio de actitud. Comprendemos cuan difícil es perdonar, hasta
setenta veces siete tendremos que perdonar para liberarnos del aguijón del
resentimiento. Solo el AMOR INCONDICIONAL puede enseñarnos a perdonar.
Y ahora que, opta por perdonar,
recupera la vida, resucita. Saca esa espina del corazón que impedía sentirte
libre, levantar la mirada y respirar a pleno pulmón, encontrar otras formas de
relacionarte.
Haz resonar dentro de ti: Jesús,
enséñame a perdonar.
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