HECHO EN CASA
El amor por lo propio del país se refleja en el cuidado de los ríos como hacen los pueblos indígenas de Honduras o cuando un pueblo sale a la defensa de la justicia y la veracidad en las gestiones administrativas estatales.
El amor hacia lo nuestro se refleja en muchos detalles.
Tristemente la desconfianza hacia
“los nuestros” provoca ciertos comentarios suspicaces minusvalorativos cuando
no terminamos de creer que un “hijo del pueblo” (cf Mc 6,1-6) conocido por todos sea capaz de realizar
cambios tan profundos en las personas que las levante de su abatimiento, les
devuelva las ganas de vivir e incluso las libere del yugo de creerse indignos
de ser amados por el mismo AMOR INCONDICIONAL. La falta de fe no permite ver
más allá, “ese” a quien he visto de niño, compañero de juegos… actualmente haya
podido superarse hasta el punto de cambiar su modo de expresarse y relacionarse
con los demás.
En vez de nacer en ese grupo de
personas ese estímulo para emprender el camino de crecimiento y transformación
personal más bien van a apagar ese fuego de libertad interior, no sea cosa que
queme las seguridades internas que tienen tan bien fundamentadas. Años tardaron
en construir las creencias para que
venga ahora un fulano y las quiera desmontar.
La falta de confianza en “los
nuestros” que emprendieron el vuelo como Juan Salvador Gaviota hacia horizontes
insospechados superando los límites establecidos por la manada. Escucharon solo
la advertencia “Es demasiado peligroso”.
Solo la sana tozudez permite
seguir la intuición de avanzar para soltar cada vez más los lazos que nos unen
a creencias limitantes, sentir que la compasión aflora desde nuestro interior
hacia el exterior porque nuestra mirada ha cambiado.
Estamos en nuestra casa desde
otro punto, de la/el observador/a de “ESO QUE SE DA CUENTA” cuando los
sentimientos nos quieren llevar a la tristeza sin fundamento o la mente quiere
bombardearnos de pensamientos PERO se desliga completamente de ellos. Estamos
en casa desde esa dimensión del SILENCIO INTERIOR que ilumina ese lado oscuro,
le pone reconoce y pone nombre para transformarlo hacia una experiencia más plena.
Y, al encontrarnos en la aceptación de
toda nuestra verdad, habremos “encontrado” también a los otros. Porque la
sombra aceptada y abrazada nos unifica y nos hace compasivos. Como diría el
propio Jesús, cuando vemos la “viga” en el ojo propio podemos comprender la
“mota” en el ojo del hermano (Mt 7,3). De ese modo, la energía antes devoradora
se convierte en energía sanadora (1)
(1) https://www.enriquemartinezlozano.com/sombra/
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