HECHO EN CASA

 

Una de las cosas que me sorprendió cuando llegué a Perú en 1994 era como la vendedora intentaba captar mi atención como futura compradora: “Es importado” como quien dice “es seguro, muy bueno, cómpralo”. Notaba a faltar que me hablase con la misma intensidad sobre los productos locales. Este escenario cambio completamente con el tiempo, hasta el punto que en el 2009 veía el verdadero “orgullo peruano” reflejado en las diversas academias de baile que ensayaban en la plaza de Pachacamac, danzas de todas las regiones del país o en los diseños de ropa que incluían detalles de mantas cusqueñas u de otras zonas. Pero sobre todo, la comida, ya reconocida internacionalmente como una de las mejores cocinas del mundo.

El amor por lo propio del país se refleja en el cuidado de los ríos como hacen los pueblos indígenas de Honduras o cuando un pueblo sale a la defensa de la justicia y la veracidad en las gestiones administrativas estatales.

El amor hacia lo nuestro se refleja en muchos detalles.

Tristemente la desconfianza hacia “los nuestros” provoca ciertos comentarios suspicaces minusvalorativos cuando no terminamos de creer que un “hijo del pueblo” (cf Mc 6,1-6)  conocido por todos sea capaz de realizar cambios tan profundos en las personas que las levante de su abatimiento, les devuelva las ganas de vivir e incluso las libere del yugo de creerse indignos de ser amados por el mismo AMOR INCONDICIONAL. La falta de fe no permite ver más allá, “ese” a quien he visto de niño, compañero de juegos… actualmente haya podido superarse hasta el punto de cambiar su modo de expresarse y relacionarse con los demás.

En vez de nacer en ese grupo de personas ese estímulo para emprender el camino de crecimiento y transformación personal más bien van a apagar ese fuego de libertad interior, no sea cosa que queme las seguridades internas que tienen tan bien fundamentadas. Años tardaron en  construir las creencias para que venga ahora un fulano y las quiera desmontar.

La falta de confianza en “los nuestros” que emprendieron el vuelo como Juan Salvador Gaviota hacia horizontes insospechados superando los límites establecidos por la manada. Escucharon solo la advertencia “Es demasiado peligroso”.

Solo la sana tozudez permite seguir la intuición de avanzar para soltar cada vez más los lazos que nos unen a creencias limitantes, sentir que la compasión aflora desde nuestro interior hacia el exterior porque nuestra mirada ha cambiado.

Estamos en nuestra casa desde otro punto, de la/el observador/a de “ESO QUE SE DA CUENTA” cuando los sentimientos nos quieren llevar a la tristeza sin fundamento o la mente quiere bombardearnos de pensamientos PERO se desliga completamente de ellos. Estamos en casa desde esa dimensión del SILENCIO INTERIOR que ilumina ese lado oscuro, le pone reconoce y pone nombre para transformarlo hacia una experiencia más plena.

 Y, al encontrarnos en la aceptación de toda nuestra verdad, habremos “encontrado” también a los otros. Porque la sombra aceptada y abrazada nos unifica y nos hace compasivos. Como diría el propio Jesús, cuando vemos la “viga” en el ojo propio podemos comprender la “mota” en el ojo del hermano (Mt 7,3). De ese modo, la energía antes devoradora se convierte en energía sanadora (1)


(1) https://www.enriquemartinezlozano.com/sombra/


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